Yo una vez conocí a un
marciano.
Hace algunos años organizábamos
partidos de baloncesto los martes después del trabajo. Un día, por medio del
amigo de un amigo se vino a jugar un muchacho joven, guapo y rico. Tenía un
puesto de directivo en una gran empresa eléctrica (de la que su padre era socio),
y unas Nike Jordan de coleccionista compradas en la tienda NBA de la 5ª Avenida
de Nueva York. Al acabar el partido fuimos a echar una cervecita, típico ritual.
Con la segunda caña y la tapa de aceitunas, comenté que estaba ahorrando para
comprarme un coche; el marciano se unió a la conversación y me aconsejó muy
sabiamente: “Pues a ti te pega un Porsche
Carrera GT, además ahora no están mal de precio”. Se hizo el silencio. No
sabíamos si era de broma o hablaba en serio. ¿Que a mí me pega un Porsche
Carrera GT? Yo pensaba en un Seat Ibiza. ¿De verdad este tío se cree que yo me
puedo comprar un Porsche Carrera GT? Pues sí, así lo creía.
No es que nuestros
políticos, banqueros, grandes empresarios y altos directivos sean mentecatos, egoístas o avariciosos… es que son marcianos. Son especies humanoides de otro planeta que
nunca sabrán gobernar adecuadamente ni comprender las necesidades de los terrícolas…
simplemente porque no son terrícolas.
En su
mundo no hay preocupaciones por la hipoteca ni por la factura de la luz. No
hacen cuentas para ver si se pueden comprar un frigorífico nuevo. No buscan y rebuscan
en internet para encontrar vuelos más baratos. Porque en Marte todo es
diferente, todo es fácil y todo está hecho.