Cuando el genial científico inglés escribió "El Origen de las Especies" explicando la teoría de la evolución mediante la selección natural, casi toda la sociedad inglesa y europea lo trató de tarado y lo ridiculizó en diferentes medios, como por ejemplo en esta imagen del famoso anís de Badalona de 1879 donde se comparaba a Darwin con un simio (dado que este "loco" investigador tuvo la "osadía" de afirmar que el hombre y el mono tienen un pasado común). Dos siglos más tarde, la teoría de la evolución por selección natural está tajantemente aceptada y supone uno de los pilares más importantes de la historia de la biología. Pero claro, en aquella época la teoría de Darwin no le convenía en absoluto a las clases poderosas, burguesas y eclesiásticas, ya que suponía una demostración de la falsedad de sus teorías creacionistas y divinas por las cuales mantenían a la población quieta, atemorizada y rezando, mientras ellos vivían como curas y reyes, propiamente dicho.
Esto ocurrió a finales del siglo XIX, pero la campaña de desprestigio que se organizó me recuerda mucho a lo que sucede actualmente en la sociedad española y europea. Y es que cada vez que alguien propone nuevas ideas de convivencia más justa o defiende soluciones socioeconómicas un poco más igualitarias, las clases privilegiadas se apresuran para tildarlos de ingenuos, vendemotos y antisistemas, y aseguran que esas ideas llevarían a una catástrofe y a un caos digno del mismísimo apocalipsis.
Y no es así, en absoluto. No hemos de tener miedo a nuevas propuestas que rompan con lo establecido, porque de hecho es lo que hace avanzar a una sociedad. No nos quedemos paralizados ante las amenazas infundadas de las élites económicas y poderes finacieros, ya que por encima de todo ellos van a defender sus avariciosos intereses, y si para mantener su posición privilegiada tienen que negar al mismísimo Darwin, no dudéis que lo pintarán de mono.