Tras las últimas elecciones a nivel autonómico, local y,
especialmente, europeo – ésta última en la que he ejercido mi legítimo derecho a
la abstención – y una vez publicados los resultados de la misma, me preocupa profundamente la más que probable nuclearización e ingobernabilidad del
Congreso de los Diputados tras las próximas elecciones generales. Y me plantea
una profunda reflexión que incluso tambalea mis concepciones democráticas, al
poner en duda el sistema tradicional de voto, es decir el sufragio universal.
Al igual que tengo la profunda convicción que no todo el mundo está
capacitado para ejercer la tremenda responsabilidad de la representación
política o de igual forma que defiendo abiertamente poner a examen la
capacitación de nuestros políticos, me planteo muy seriamente la necesidad de
volver a un sistema de sufragio restringido donde también se analice y valore
previamente la capacitación del votante. Por desgracia los últimos resultados
me reafirman en este concepto clasista, decimonónico y trasnochado. La
aparición de grupos extremistas tanto de derechas como de izquierdas o incluso
la consolidación de partidos profundamente populistas – caso de UCOR y su
desmelenado dirigente en el ayuntamiento de Córdoba – hacen dinamitar mi defensa
del tradicional sistema de voto, cimentado en el sufragio universal…
Probablemente no todo el mundo está, por desgracia, capacitado para
votar.
Una sociedad donde la pérdida de valores es acuciante, donde
esfuerzo, honestidad, fidelidad o educación son sinónimo de gilipuertas o fartuscos
(como se dice aquí en mi tierra). Una ciudadanía que, alienada por un profundo
relativismo moral y adormecida por una peligrosa ausencia de la autocrítica,
permite la presencia de partidos con profundas concepciones antidemocráticas
obteniendo representación política en las respectivas cámara de gobierno, sólo
tendrá una salida hacia horizontes mucho más honestos que los vividos…
El gobierno de los mejores, de los más honestos, de los más justos
apoyado sobre el voto de los más capacitados.
Y ahora surgen las preguntas:
¿Quién es el que tiene la autoridad moral para capacitar al
votante?
¿Me habrán convertido en un puto clasista?
Y a los que se decida que no tienen derecho al voto, qué hacemos? Los metemos en el zoo? Y si fueran ellos los que decidieran que somos nosotros los que no somos dignos de votar?
ResponderEliminarLo que me parece tremendo es que se cuestione el sufragio universal cuando los resultados de la derecha en España no son los esperados. Si el voto de la ultraderecha hubiese dado mejores resultados seguro que no llegarían estas reflexiones. En fin...
ResponderEliminarY la autoridad moral que se la sigan dando a la iglesia católica, seguro que tampoco aparecerían estas reflexiones....
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